Cuando algo te impresiona, te azota la mente. Causa tal
impacto en tu subconsciente que te aletarga. Esta sensación indescriptible
fielmente la absorbemos como una esponja. No podemos sacárnosla de la cabeza, e
incluso a veces llega a herir.
Esta impresión que se nos da, es quizás de los mejores
acontecimientos que puede pasarle a una persona. Es la impresión de decir, soy
consciente de que algo ocurre, de que me están afectando, que soy consciente de que soy algo.
Esa sensación de tercera persona en una narración cómica,
empezó en la época griega. Hubo alguien en algún momento que paró de andar por
la calzada del mercado y pensó: ¿Por qué existen mis pies? Podrían
perfectamente no existir, pero ahí están, con sus sandalias y sus uñas, con sus
marcas y sus arrugas. ¿Cuál es el motivo por el cual se me presentan mis pies
como existentes? Está claro que ahí están, inmóviles, mirándome, y yo a
ellos. ¿Dónde está la causa de que estos
pies existan y estén ligados a mí, en cuerpo y mente?
Entre toda esa admiración y aturdimiento, es donde surge la
cuestión central de todo esto, las cosas que nos afectan existen y son, y el
hecho de que nos hacen prestar atención a ellas no lo sabemos ciertamente.
Me pregunto cómo se sintió esa persona, todavía confusa,
cuando se agachó y se tocó los pies con un dedo de la mano. Luego cogió varios
dedos y los pellizcó.
Pensaría: Está claro que existen, los tengo aquí, parados,
esperando una orden mía para ponerse a
caminar. Podrían perfectamente no existir, pero si lo hacen, están ahí, y ¿Por
qué?
¿Hay algún tipo de predeterminación para que estos pies
existan? Está claro que existen, pero, ¿Tienen una causa de su existir más allá
de que los percibo como seres o están destinados a existir por algo?
Y luego, erguiéndose de nuevo, empezaría a volver a caminar.
Mientras lo hacía, algo le impactó de nuevo:
Está claro que sirven para algo, estoy caminando, ¡Y la
función de trasladarme la hacen realmente bien! Y también parece que me
sostienen perfectamente. Quizás….sí, quizás es que estén destinados a
trasladarme y soportarme. ¡Eso ha de ser!
Y siguió caminando. Pensando en que quizás es que las cosas
que percibimos como reales y existentes a nuestro alrededor, tienen la razón de
su existir en ser destinadas a afectarnos, a cumplir una función o destino, o
incluso a servirnos.
Y siguió caminando por las calles del mercado hasta llegar
al ágora, mientras andaba un paso de sus
pies le punzó en la cabeza creándole la vaga idea de que podría ser que las
cosas existentes existían de forma necesaria, quizás no habría nada que
existiera azarosamente, quizás nada que no pudiera azotarle a la mente no
podría llegar a existir. Pero en ese momento no le quiso prestar mayor atención
a esa vaga idea, en ese momento no.
Tierra
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