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11 mar 2013


Cuando algo te impresiona, te azota la mente. Causa tal impacto en tu subconsciente que te aletarga. Esta sensación indescriptible fielmente la absorbemos como una esponja. No podemos sacárnosla de la cabeza, e incluso a veces llega a herir.

Esta impresión que se nos da, es quizás de los mejores acontecimientos que puede pasarle a una persona. Es la impresión de decir, soy consciente de que algo ocurre, de que me están afectando,  que soy consciente de que soy algo.

Esa sensación de tercera persona en una narración cómica, empezó en la época griega. Hubo alguien en algún momento que paró de andar por la calzada del mercado y pensó: ¿Por qué existen mis pies? Podrían perfectamente no existir, pero ahí están, con sus sandalias y sus uñas, con sus marcas y sus arrugas. ¿Cuál es el motivo por el cual se me presentan mis pies como existentes? Está claro que ahí están, inmóviles, mirándome, y yo a ellos.  ¿Dónde está la causa de que estos pies existan y estén ligados a mí, en cuerpo y mente?

Entre toda esa admiración y aturdimiento, es donde surge la cuestión central de todo esto, las cosas que nos afectan existen y son, y el hecho de que nos hacen prestar atención a ellas no lo sabemos ciertamente.
Me pregunto cómo se sintió esa persona, todavía confusa, cuando se agachó y se tocó los pies con un dedo de la mano. Luego cogió varios dedos y los pellizcó.

Pensaría: Está claro que existen, los tengo aquí, parados, esperando  una orden mía para ponerse a caminar. Podrían perfectamente no existir, pero si lo hacen, están ahí, y ¿Por qué?

¿Hay algún tipo de predeterminación para que estos pies existan? Está claro que existen, pero, ¿Tienen una causa de su existir más allá de que los percibo como seres o están destinados a existir por algo?

Y luego, erguiéndose de nuevo, empezaría a volver a caminar. Mientras lo hacía, algo le impactó de nuevo:
Está claro que sirven para algo, estoy caminando, ¡Y la función de trasladarme la hacen realmente bien! Y también parece que me sostienen perfectamente. Quizás….sí, quizás es que estén destinados a trasladarme y soportarme. ¡Eso ha de ser!

Y siguió caminando. Pensando en que quizás es que las cosas que percibimos como reales y existentes a nuestro alrededor, tienen la razón de su existir en ser destinadas a afectarnos, a cumplir una función o destino, o incluso a servirnos.

Y siguió caminando por las calles del mercado hasta llegar al ágora, mientras andaba  un paso de sus pies le punzó en la cabeza creándole la vaga idea de que podría ser que las cosas existentes existían de forma necesaria, quizás no habría nada que existiera azarosamente, quizás nada que no pudiera azotarle a la mente no podría llegar a existir. Pero en ese momento no le quiso prestar mayor atención a esa vaga idea, en ese momento no.

Tierra

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